martes, 14 de abril de 2009

Resaca 2009

Cerradas las sillas de las carreras oficiales de España, a falta de carrera en la ciudad que más se la merece, cuando los cofrades nos enfrentamos a la sensación de desamparo y a la sordidez de la vuelta a la normalidad, aún reteniendo en la retina tantas imágenes vividas, guardando en el corazón aquella expresión emocionada que vimos en aquella calle tras las telas de nuestro antifaz, tarareando esa marcha que nos viene una y otra vez a la mente, volviendo a recordar la intensidad de aquella oración que despachamos a nuestra imagen querida, esa que nos gusta ver en la calle, aunque no somos hermanos de esa corporación, es en estos momentos cuando agobiado y cansado por las angustias cofradieras de esta megalopoli que es Madrid, no se me ocurre más que intensificar mi labor de crítica, vuelvo a sacar el flagelo de la palabra para expulsar a los mercaderes de este templo nazareno que tenemos en nuestra ciudad y busco en un túnel oscuro la salida para que mi ciudad recupere su esencia y su vitalidad, pero el agotamiento mental de una semana de emociones no me deja y me sale un texto reflexivo, pero poco abundante en la crítica y en búsqueda de soluciones.

Y entonces pienso que una sociedad no es nada sin tradiciones ni elementos que la cohesionen, que se equivocan aquellos que piensan que podemos ser una sociedad que olvide su pasado y también aquellos que creen que el pasado es una cosa que se estudia en los libros de historia, las tradiciones no son parte de la historia, son parte del presente, la necesidad de espiritualidad no es parte del pasado sino parte del futuro y una necesidad universal, la sociedad de hoy como la de ayer necesita elementos que la arraiguen, nuestra ciudad de Madrid necesita elementos que ayuden a sus ciudadanos a sentirse identificados como madrileños a sentirse integrados en algo que vaya más allá que ser beneficiarios de determinados servicios o vecinos de alguien a quien no han llegado a conocer ni tratar más allá de dos conversaciones sobre el tiempo en el ascensor.
La semana santa cohesiona, da un sentimiento de orgullo colectivo, ayuda a las personas a relacionarse, ayuda a hacer la ciudad más humana aunque sea tan solo por una semana al año, ayuda a que los ciudadanos se sientan más cerca de aquellos que los precedieron y participes de la vida de su ciudad en aquello más elevado que tenemos las personas, nuestra espiritualidad.
Se equivocan aquellos que pretenden un Madrid laico, o un sociedad muticultural, ¿cómo multicultural si resulta que no hay culturas? ¿Cuál es la cultura de los madrileños?¿Que la caracteriza? ¿Qué los identifica? Pasaron los tiempos de las chulapas y las verbenas, desapareció el casticismo de los barrios populares y murieron practicamente todas las tradiciones,los madrileños ya no conocen Madrid, ni tienen ganas de conocerla, tan solo quieren aprovecharse de esta ciudad. Por eso la semana santa ha de ser rescatada y salvada a tiempo, ha de renovarse, remozarse, adaptarse a los tiempos si no queremos que también perezca pasto de las llamas de la modernidad y de esta sociedad globalizada.

Esta semana santa he estado lejos de Madrid, me quise dar un respiro, quise disfrutar de la semana santa de mi ciudad adoptiva, la ciudad de mi esposa y de mis hijos, la ciudad de mi familia política, volví a sentirme emocionado de ver a una ciudad volcada con su semana mayor, volví a sentirme orgulloso de una semana santa que ha crecido y se ha convertido en un elemento característico de los granadinos, en un argumento más para sentirse parte de algo que va más allá de los tópicos y de lo folklorico.
Y me dio envidia, sé que Madrid es mucho mayor, sé que tiene otros problemas y sé que Granada tampoco está libre de problemas ni sombras en el horizonte, conozco la dificultad de que Madrid tuviera aún la mitad de la mitad de lo que Granada atesora en cuanto a devoción y empeño, pero mucho de lo que allí he visto y vivido lo querría yo para mis conciudadanos madrileños ¿Por qué? Porque se lo merecen, porque lo necesitan, basta ya de ser un pueblo itinerante cada puente y cada fiesta, basta ya de ser siempre los espectadores de las demás tradiciones y culturas, basta ya de no tener nada que mostrar, ni algo que poder reclamar como propio y característico, basta ya de inventarse que son o quieren ser de otro lugar.
Basta ya de no tener algo que sentir ni vivir con intensidad, con la intensidad que lo vive aquel que sabe que le es propio y que en eso que vive está su vida reflejada, su forma de ser, sus pasiones, su historia, su futuro.

Quisiera decir muchas cosas más, pero todas giran en el mismo asunto, la necesidad de que los cofrades madrileños puedan al fin encontrarse aquello que ansían y buscan, la explosión de su semana santa como explota la primavera en el mes de Abril. Necesitan ser más, ser más conocidos, ser más valorados, tener más medios, ser mejor tratados por los medios de comunicación, ser más respetados por la ciudadanía, encontrarse las puertas abiertas y no siempre cerradas, como les pasó a los pobres hermanos de los gitanos. Los cofrades de Madrid necesitan que haya un cambio en su semana santa, en aquello por lo que luchan todo el año, necesitan verse más arropados y tratados con más cariño, porque se lo han ganado, tal vez no todos, quizás haya muchos cofrades que se hayan conformado con la perpetuación de formas desgatadas y provisionales, quizás haya algunos que se hayan acostumbrado a hacer las cosas de una forma poco elegante y poco merecedora, pero otros muchos trabajan con esfuerzo para hacernos un regalo a todos los madrileños: tener un tradición, tener una devoción, tener una imagen que nos conmueva, disfrutar de un momento que nos de un "pellizco" de emoción en el corazón, y eso vale mucho, por eso, a ellos y por ellos GRACIAS

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