Qué difícil es hablar de la procesión de Jesús de Medinaceli. Llevo semanas dando vueltas y puliendo esta entrada.
Muy difícil, sobre todo cuando uno es cofrade y tiene ya muchos años en los que se ha acostumbrado a ver otras cosas, cosas sencillas, lógicas, tanto como las que indica el sentido común.
¿Para qué o por qué se hace una procesión el Viernes Santo?
¿Cubrir un expediente? ¿Cumplir con una tradición? ¿Cumplir con las reglas? ¿Realizar un acto edificante para todo aquel que participa y también para los que lo ven? ¿Estación de Penitencia?
Ninguna de estas cosas se hacen el Viernes Santo en Madrid en la procesión del nazareno.
Ninguna. No hay decoro, ni orden ni concierto en todo lo que sale por las puertas de la basílica.
Oprobio de los cofrades, vergüenza creo de muchos, por lo menos de un servidor.
Me avergüenza profundamente que esta sea la procesión más importante de Madrid, de una ciudad que tiene a gala ser la capital de España, de una ciudad que posee una historia y una tradición cofrade. Esta procesión no parece organizada ni ejecutada por españoles que tienen un bagaje cofrade. Más bien parece hecha de una forma improvisada, una chapuza cofradiera que parece que intenta solventar una situación con la que se encuentran de repente cada Viernes Santo, como si no esperarán que fuera a tener que llegar el día. Me pregunto si tanto cuesta fijarse en cómo hacen el resto de las hermandades de Madrid su procesión. Quizás piensen que no pueden hacerlo, que son demasiado grandes e importantes para fijarse en cómo hacen su procesión los demás...
La procesión es indigna, en primer lugar es indigna de Él, de la imagen de Jesús Nazareno, un icono de la cristiandad, una de las imágenes con más devoción, una de las imágenes más famosas. Cualquier cofrade de cualquier lugar de España esperaría ver un cortejo nazareno, mejor o peor organizado, con mejor o peor música, portado de distinta forma, pero jamás un cofrade de otra ciudad, a priori, esperaría ver lo que se ve en Madrid y menos asociado al nombre de Jesús de Medinaceli.
Es un procesión indigna de una ciudad cofrade de siempre, ciertamente las cofradías en Madrid han sufrido mucho y se ha perdido mucha tradición, pero no hasta este extremo ¿O quizás sí? Nada tiene que ver esta procesión ni siquiera con la peor de las procesiones de la ciudad.
Es una procesión anti-cofrade en la que curiosamente participan cofrades.
Es una procesión de pueblo, de un pueblo pequeño, sobredimensionada. Como uno de esos lagartos que se hacen grandes en una película japonesa, cuando el lagarto es pequeño puede resultar tierno y entrañable, hasta gracioso, sobredimensionado la cosa cambia.
No sé por donde, ni por qué empezar, si por las promesas y su procesión fantasmal que parece se hubiera escapado del vecino palacio de Linares. ¿O quizás debiera hablar de los tramos antinazarenos?
Porque esta procesión se organiza en varios tramos, tramo de promesas, tramo de mantillas, tramo de nazarenos con cadenas, tramo de nazarenos sin cadenas...
Podría hablar de las insignias y hacer hipótesis de sus significados o con la razón de su ubicación en el desfile, pero sería absurdo porque sé sobradamente que están colocadas simplemente como "separadores", es más estoy convencido de que ni siquiera su existencia responde a una explicación clara y natural en un cortejo nazareno. Sería absurdo, ni siquiera sé cual es el verdadero estandarte de la corporación, de la misma forma que ni siquiera ellos saben cómo llevar y cómo acompañar debidamente una insignia y así las llevan desnaturalizadas y descontextualizadas, un elemento más para la amalgama y el pastiche.
Podría hablar del color de la cera, en esta cofradía, archi, oscila entre el color linterna eléctrica y el de mano sobre mano.
Podría hablar de la presidencia anticofrade, ¿Les da vergüenza vestir la túnica nazarena? ¿No se sienten iguales a sus hermanos o se sienten más que el resto de los cofrades?. Ahí los tienen ufanos, dignos, satisfechos sorprendentemente de algo que parece que les da igual, el acto central de una hermandad, de una cofradía penitencial, su exhibición al público para estos cofrades parece ser el acto menos importante del año.
Podríamos hablar también del significado de vestir una túnica nazarena, pero ya nos demuestran los esclavos que lo más relevante en esta hermandad es llevar una tarjeta a modo de acreditación, la túnica es optativa, como si de un congreso itinerante se tratara, aquí lo importante no es la túnica. Al final el escapulario es lo de menos, lo que da poder y estatus es la acreditación, la tarjeta, tan cofrade...
Cuando digo mejor, me refiero a un cortejo ordenado, donde las personas no sólo aporten una fe ejemplarizante, lo único que gracias a Dios se salva, sino un cortejo esplendoroso, rico, vistoso, organizado, simbólico, decoroso ...
Así que dejo aquí este vídeo, pero aviso que lo que se ve en esta ventanita no es más que una cata del menú que nos sirven frailes y archicofrades cada Viernes Santo por las calles de Madrid. Verlo por aquí puede resultar un tanto bochornoso, nada comparable a verlo en directo.
Si hablamos de todo esto, no podemos hablar de la Virgen que se queda en la iglesia para salir al día siguiente, ¿Sentido?